sábado, enero 01, 2011

La literatura bajo el régimen sovietico, por Ivan Klima

Diálogo con Philip Roth
.
Durante los decenios que duró el régimen soviético, sólo existíió una forma en la que escribir y públicar fueran, más o menos, la misma cosa; y esta forma era escribir siempre (cueste lo que cueste y resignado lo que haya que resignar), siempre, a favor de ese régimen. Claro que hubieron excepciones, y que los grandes autores siguieron publicando, ya sea desde el exilio, durante los últimos años, o atraves de impresiones clandestinas, y artesanales, que de mano en mano y de copia en copia, iban pasandose aquellos que no se resignaban a leer una literatura cercada por la ideología y prohibida ante el más mínimo esbozo de la aparición de cualquier segunda lectura. De esta manera, el movimiento literario clandestino que se fue formando a través de la circulación de las obras prohibídas, bautizado como Samizdat ("autoedición" en ruso), se convirtió en una contracultura literaria encargada de dar aire a un pubelo sin respiro. Pero, sin embargo, y aún con la restricción, la censura, y las presiones propagandísticas que el paritdo marcaba, no dejaron de haber durante todos aquellos años autores publicados, obras elogiadas, escritores que caminaban de la mano junto al regimen y se hacían cargo de escribir las páginas que (ante la persecución y prohibición de autores) en retirada iban acrecentando, cada vez más, el vacio. Los autores oficiales hoy, y seguramente con justicia, han quedado casi todos olvidados, a la sombra de aquellos que, a costa de un precio no menor, no se resignaron a condicionar sus escritos. Pero, y pese a todo, esos escritores aún siguen estando, aunque más no sea en algun estante olvidado, o en algún baúl cerrado desde hace mucho tiempo; y, aún más importante, esos escritores han estado, y no hay manera de excluir del tiempo lo que ya ha sucedido. Para una futura historia de la literatura checa, ellos también deberán ser tenidos en cuenta, y formar parte, aunque más sea, de alguna parte de uno de sus capitulos. No hay manera de no citarlos, de no abarcarlos sin dejar un vacío insalvable en esa historia. Durante una importante cantidad de tiempo ellos han producido los libros con que se ha llenado los estantes vacíos que el exilio dejaba, y han cumplido, mal o bien, para muchos o para pocos, todos aquellos roles que un país libre ocupa el verdadero escritor. Ellos han sido los suplentes (en su mayoría nefastos, pero suplentes al fin) a los que durante años les ha tocado salir a cancha, y es imposible no contemplar la duda sobre si, aún con tanto en contra, entre tanta producción, no haya alguno que haya podido completar un desempeño loable.
Es este sentido, entiendo, que Phillip Roth dirige su pregunta a Ivan Klima durante la entrevista que tuvo lugar en Praga durante 1990. Roth revuelve en ese costado de literatura checa menos difundida y conocida, pero que no por eso ha dejado de existir, e interroga, de esta manera, sobre ese otro lado de la moneda.
.
Los escritores oficiales, u oficializados, son una especie de pequeño misterio para mí. ¿Eran todos malos? ¿Eran todos escritores oportunistas? Digo "oportunistas" para no admitir que fueran auténticos escritores, porque, aunque haya podido haber verdaderos creyentes entre los escritores hasta unos diez años después de terminada la segunda guerra mundial, doy por sentado que durante el último decenio los escritores oficiales eran escritores de oportunidad, y nada más. Corrígeme si me equivoco. Y luego dime: ¿existía la posibilidad de ser un buen escritor respetando las normas oficiales? ¿O, como consecuencia de esta aceptación, todo lo que se escribía resultaba debilitado y puesto en entredicho?
.
Es muy cierto que hay una diferencia básica entre los autores que apoyaron al régimen en los años cincuenta y los que lo apoyaron tras la coupación de 1968. Antes de la guerra, la llamada literatura de izquierdas desempeñó un papel relativamente importante. El hecho de que el ejército soviético liberara la mayor parte de nuestro territorio contribuyó a fortalecer esta tendencia a la izquierda; tambien el recuerdo de Munich y del abandono de Checoslovaquia por las potencias occidentales, a pesar de todas las promesas y todos los tratados. La generación más joven, especialmente, sucumbió al espejismo de esa sociedad renovada y más justa que los comunistas iban a crear. Fue precisamente esta generación la que no tardó en tomarle la verdadera medida al régimen, contribuyendo enormemente a la puesta en marcha del movimiento de la Primavera de Praga de 1968, y al desenmascaramiento de la dictadura stanilista.
A partir de 1968, había que ser un fanático enloquecido para seguir alimentando las ilusiones e posguerra. A ojos de toda la nación, el ejército soviético había dejado se ser una fuerza libertadora para convertirse en fuerza de ocupación, mientras el régimen que apoyaba dicha ocupación se convertía en una mera pandilla de colaboracionistas. Si un escritor no percibía tales cambios, su ceguera lo desposeía de todo derecho a incluirse entre los espíritus creadores; si los percibía, pero haciendo como que no se enteraba de nada, podemos, con toda justicia, considerarlo un oportunista. Es, seguramente, la denominación más bondadosa que podríamos darle.
La cuestión, por supuesto, está en el hecho de que el régimen no duró unos cuantos meses o años, sino dos decenios. Con lo cual, dejando aparte las excepciones -que el régimen persiguió con especial saña-, puede decirse que toda una generación de disidentes fue empujada al exilio a partir de finales de los setenta. Quienes se quedaron no tuvieron más remedio que aceptar el régimen, en alguna medida, o incluso apoyarlo. La televisión y la radioi tenían que funcionar, las editoriales tenían que presentar papeles cubiertos de letra impresa. Había personas muy decentes que pensaban: "Si no cojo este trabajo, alguien peor que yo lo cogerá. Si no escribo -si no intento hacer llegar un poco de verdad al lector, aunque sea colandola de matute-, sólo quedarán los que sirven al régimen con toda devoción y sin sentido crítico alguno."
No voy a decir que todo el que publicó algo durante los últimos veinte años fuera necesariamente un mal escritor. También es verdad que el gobierno, en un intento de ganarse a algunos escritores checos importantes, pronto empezó a publicar una parte de sus escritos. Así llegaron a editarse unas cuantas obras de Bohumil Hrabal y del poeta Miroslav Holub (que hicieron, ambos, la correspondiente autocrítica), y tambien poemas del premio Nobel Jaroslav Seifert, que firmó el Acta 77. Pero cabe afirmar categóricamente que el esfuerzo de publicar, de ir evitando todas las trampas de la censura, marcaron gravemente las obras de muchos de los autores que fueron publicados. He comparado cuidadosamente las obras de Hrabal -a mi modo de ver, es uno de los mayores prosistas europeos vivos-* publicadas primero en formato samizdat y luego en el extranjero con sus obras publicadas oficialmente en Checoslovaquia. Los cambios que, evidentemente, la censura le obligó a hacer son, desde el punto de vista de la obra, monstruosos en todo el sentido de la palabra. Pero aún, sin embargo, fue el hecho de que muchos escritores tuvieran en cuenta la censura a priori, deformando su obra y, en consecuencia, deformando su propia personalidad.
Hasta los ochenta no empezaron a aparecer "jóvenes airados", especialmente entre los escritores, la gente de teatro y los autores de canciones de protesta. Decían exactamente lo que querían decir y se arriesgaban a que sus obras no llegaran al público, e incluso a perder su medio de subsistencia. Ellos contribuyeron a que ahora tengamos una literatura libre, y no mera literatura.
.
.
.
.
.
.
.
*Bohumil Hrabal murió en trágico accidente el 4 de febrero de 1997, a los ochenta y dos años, mucho después de esta entrevista.