domingo, abril 12, 2015

Jiri Kratochvil

En mitad de la noche un canto

De todas las biografías y notas sobre el autor que hoy nos convoca, que andan dando vueltas por la red, quizás la más completa sea la de la siempre fiel Wikipedia, a la cual se puede acceder haciendo doble click dentro del paréntesis (Biografía). Allí, tal como también se indica en las solapas del libro, se habla de la influencia de Kundera y del realismo mágico, aunque, al menos en una primera lectura de esta novela, la segunda no se percate tanto. O, al menos no, a la manera del realismo mágico latinoamericano, que surgiera con el famoso boom de los años 60, y que diera fama al término (aquel realismo mágico en el que la realidad nunca deja de parecer fantástica, y lo fantástico nunca deja de percibirse casi como real. Aquel que quizás ninguna otra escena exprese mejor que el pasaje de Cien años de soledad, en el que llueve sobre Macondo, sin interrupciónes, durante "cuatro años, once meses y dos días").
Jiri Kratochvil

Lo que sí es permanente, es la irrupción del absurdo en cada uno de los apartados (o capítulos) de la novela. En los que a partir de un punto inicial la acción se distancia del realismo de manera abrupta, dando paso a escenas que a través de la febril narración de Petr (protagonista y narrador) recorren desde los traumas familiares o la clandestinidad durante la etapa comunista; hasta la infancia, o las diferencias de clases aún dentro del sueño socialista, que permiten a los altos miembros del partido gozar de los mismos privilegios que, en principio, deberían combatir).

Cada capítulo se aleja del anterior y no hay narración continúa. Acercándose así la novela mucho más (ya que a la influencia de Kundera nos hemos referido) a El libro de los amores ridículos (y a la idea de novela en forma de variaciones) que al formato tradicional del género, en el que una misma trama se desarrolla durante la cantidad de páginas que proponga el volumen. 

Aún así, y a pesar de que una lectura de cada episodio de forma independiente podría ser posible, (la presentación de dos capítulos -"Poly-Story" y "Un largo día de agosto"- en dos partes -"Poly-Story (continuación)" y "Un largo día de agosto (continuación)"- apoyarían esta idea), habrá una pequeña cantidad de personajes -que indudablemente construyen también el amalgamiento de la novela- que se irán repitiendo y reapareciendo en intervalos aleatorios. 
En primer lugar, naturalmente, el núcleo familiar de Petr: con su padre ausente (aquel que debió abandonar su hogar perseguido por el régimen comunista y con el que no dejará de soñar hasta el final de la novela), su abuelo, su madre y -en mucha menor parte, su hermano menor. La enamorada y su yerno (el segundo más presente que la primera, el "papaíto -tal la traducción de Patricia Gonzalo de Jesús-, un pez gordo del comité regional con el poder de hacer y deshacer entuertos a gusto y piacere. El misterioso Padre Prudencio, la policía secreta, y ya en menor grado, algunos personajes menores de la infancia y juventud. Y por encima de todos (quizás incluso por encima de la familia, quizás incluso por encima de hasta de su padre, y del fantasma de su padre) el señor Krahujik. Especie de ángel guardián, de dulce y macabra figura paterna, que interviene una y otra vez -siempre en estados distintos, siempre con la misma fuerza- en el destino del protagonista.

El señor Krahulik representa, con perfecta contundencia, ese doble vínculo con las fuerzas públicas de seguridad que en muchas de las sociedades (o, al menos, en muchas de aquellas pertenecientes al occidente marginal, al occidente del tercer mundo) prevalece. El del respeto y el temor. El cuidado y la amenaza. El señor Krahulik protege al protagonista, lo salva de golpizas, lo prestigia; al mismo tiempo que cuida a su familia y es atento con su madre. Sin que, a pesar de ello, en ningún momento consiga despejarnos del todo la duda de sus verdaderas intenciones, la la duda de si ha dejado del todo de ser el enemigo. El señor Krahulik busca al padre de Petr (probablemente para meterlo preso, para someterlo a los interrogatorios y torturas dedicados a los disidentes a los que el régimen acostumbraba) a la vez que es amable, consejero y guía. Es quien se gana el cariño de la madre, cierta simpatía del lector, para al final de la novela dirigir a Petr un último parlamento (aquel en el que se concentre, quizás, el espíritu fundamental de toda la novela).


"Y por eso, en esta fase, he decidido dirigirme a ti. Porque tú conocerás a los amigos de tu padre. Y sobre todo a aquéllos con los que tuvo más trato en los últimos años, pero sobre todos los que, de momento, no tenemos mucha idea. Aquéllos en cuyas casas puede estar escondido. Así que piensa en tu padre, Petr, me pidió.
Lo pensaré, prometí.
"¡Espera! ¡Aún no hemos quedado en nada! Pero luego me miró e hizo un gesto con la mano. Vale, corre a casa. Pero quiero pedirte algo más. No hables acerca de esto en casa. No le digas nada a nadie. Esto es un asunto entre nosotros dos. Y tras una pausa añadió: Mira, si hablaras de ello en casa, enterare de todas formas. Pero como reaccioné, agregó: Tenemos en vuestra casa a uno de los nuestros, él me pondría sobre aviso.
Me detuve sorprendido.
¿Te has quedado de piedra, eh? Pero puedo decirte sólo una cosa: de verdad que lo tenemos.
¿Cómo? pregunté en voz baja, si en casa estamos sólo nosotros: mamá, el abuelo, yo, y Martinek.
Pues precisamente, sonrió. Uno de vosotros nos informa regularmente de todo. Analízalo alguna vez y quizás caigas en quién. O quizás no.
Y tras aquellas palabras, por fin, me dejó marchar."  




1 comentario:

Karel Poborsky dijo...

El fragmento pertenece a la edición de la "Editorial Impedimenta", Madrid, 2010. Con Traducción a cargo, tal como se ha referido, de Patricia Gonzalo de Jesús.