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V-
Los personajes
Tanto en Mateo
como en R.U.R. cada personaje
representará un modelo social. En la obra de Capek, además, los propios
personajes se encuentran marcados por sus nombres, que (tal como habíamos
anticipado) están íntimamente vinculados a su carácter y funciones. Helena
Voldan en su “Noticia bibliográfica” sobre Capek señalará: “Los nombres de los
personajes responden, muchos de ellos, a aproximadas etimologías simbólicas que
los caracterizan, fácilmente deducibles.”[1] Teresa
López Pelliza que “Capek utiliza personajes alegóricos con significativos
nombres: Elena (con su previsible función troyana), Domin (el jefe de la
fábrica, dominus), Alquist (el alquimista) o el Dr. Gall (de Galeno)”.[2]
a) Domin-Miguel
Los personajes principales de ambas obras serán roles
masculinos sobre los cuales recaerá, además de la acción principal, el peso de
la decisión sobre el conflicto generado. Menos omnipresente que Miguel en Mateo, Domin[3] funcionará
como una especie de pater familias desde
su puesto de Director General de la Fábrica Rossum. En los momentos cruciales en
los que se decida la suerte de la obra, todas las miradas apuntarán a él.
En el carácter de ambos personajes, además, existirán
dos miradas opuestas sobre la expansión de la tecnología. Domin y Miguel se
encuentran parados en uno y otro lado de la brecha tecnológica. Mientras el
primero dirige la fábrica desde la cual se exportan los robots al mundo entero;
el segundo será desplazado por la máquina que viene a reemplazar al caballo. Y
sin embargo, en el análisis de situación que hace cada uno de ellos observamos
en ambos el mismo problema. Ninguno de los dos consigue ver más allá de su
inmediata realidad y de los sueños y temores (según sea el caso) que a cada uno
le incumbe. Por esta razón Domin afirmará:
…dentro de diez años Robots Universales Rossum
producirán tanto trigo, tanto tejido, tanto de todo, que las cosas
prácticamente carecerán de valor. Cada cual podrá coger lo que quiera. No habrá
pobreza. Sí habrá desempleo, pero no habrá empleo. Todo lo harán las máquinas
vivientes. Los robots nos vestirán y nos alimentarán. Los robots fabricarán
ladrillo y construirán edificios para nosotros. Los robots llevarán nuestras
cuentas y barrerán nuestras escaleras. No habrá empleo, pero todo el mundo
estará libre de preocupación, y librado de la degradación del trabajo manual.
Todos vivirán sólo para perfeccionarse.
(…)
Sin duda. Tiene
que pasar. Quizá ocurran cosas terribles antes. Eso no se puede evitar. Pero
luego la explotación del hombre por el hombre, y del hombre a la materia cesarán.
Los robots lavarán los pies del mendigo le harán la cama en su propia casa.
Nadie pagará el pan con su vida y con el ocio. No habrá artesanos ni
oficinistas, ni mineros, ni reparadores de las máquinas de otros hombres.[4]
Mientras que la mirada de Miguel, naturalmente, será
bien diferente:
…¡L´automóvil! ¡Lindo descubrimiento! Puede estar
orgulloso el que l´ha hecho. Habría que levantarle una estatua… ¡arriba de una
pila de muertos, peró! ¡Vehículo diabólico, máquina repuñante a la que estoy
condenado a ver ir e venir llena siempre de pasajero con cara de loco, mientra
que la corneta, la bocina, lo pito e lo chancho me pifian e me déjano sordo.
(…)
Sí. El progreso de esta época de atropelladores. Sí,
ya sé. Uno protesta, pero es inútil: son cada día más, náceno de todo lo
rincone, so como la cucaracha. Ya sé; ¡qué se le va a hacer! ¡Adelante, que
sigano saliendo, que se llene Bonos Aires, que hágono puente e soterráneo para
que téngano sitio… yo espero; yo espero que llegue aquel que me tiene que
aplastar a mí, al coche e a Mateo! ¡E ojalá que sea esa misma noche![5]
Paradójicamente,
ninguno de estos presagios (enunciados por los personajes vectores de las
obras) se cumplirá al final de ellas, sino todo lo contrario. En R.U.R., lejos del paraíso tecnológico
imaginado por Domin, el mundo se convertirá en propiedad de los robots, que
pasarán de esclavos a amos, y la humanidad prácticamente desaparecerá de la faz
de la tierra. En Mateo, el automóvil
(la tecnología) no sólo no será el que dé un fin trágico a Miguel (de esto se
encargará el delito -al cual llegará, en parte, empujado por la crisis
económica, es cierto, y por la insistencia de Severino; pero, por sobre toda
las cosas, por la obstinación del personaje) sino que, además, será el medio
por el cual se salve al final de la obra su familia, a través de Carlos que
sorprende a todos, al llevar a la familia su primer paga como chofer.
Ambos
personajes quedan atrapados en las erradas anticipaciones del futuro que hacen;
y a esos falsos presagios queda atada su suerte, que no es otra que el fin
trágico: la muerte en manos de los robots, en uno; la detención, por parte de
la policía, en otro. Pero estas distorsionadas lecturas que Domin y Miguel de
los hechos venideros hacen (en sus miradas paradisíaca y apocalíptica,
respectivamente) no son fruto del azar, sino que, por el contrario, responden a
la lógica de la obra y a su propia caracterización como personajes. La
imposibilidad de vislumbrar (aunque más no sea aproximadamente) el acontecer
futuro evidencia, por sobre todas las cosas, la imposibilidad de entender lo
que se está gestando, es decir, la imposibilidad de comprender el presente.
Y esa
imposibilidad de comprender aquello que sucede en el tiempo en que se vive, esa
distancia entre lo que verdaderamente es y lo que ellos perciben, esa barrera
que impide a ambos personajes contactar y vincularse sin transfiguración de por
medio no es otra que la barrera que impone el aislamiento.
Si ni
Miguel ni Domin están en condiciones de entenderse con los hechos y el presente
que los rodea es debido a que entre ellos y la realidad existe una distancia
enorme.
[1]
Voldan, Helena: Op.
Cit. Pág. 13.
[2]
López Pelliza,
Teresa: Op. Cit. Pág. 144.
[3] Para comodidad del lector,
los nombres de los personajes de R.U.R.,
con los que trabajaremos son los que figuran en la edición de la obra citada.
La mayoría se mantienen iguales a los
originales en checo, los que no, presentan cambios ínfimos e irrelevantes. A
saber: “Helman” será “Hallemeier”; “Jacob Busman”, “Konsul Busman”; “Elena
Glory”; “Helena Gloryova”.
[4]
Capek, Karel: Op.
Cit. Pág. 41-42
[5]
Discépolo, Armando:
Op. Cit. Pág. 37.
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