jueves, enero 10, 2008

La otra Europa, esta América

El puente de plata.
Esbozar un puente entre la Europa central (esa región que, por culpa de un muro es confundida la del Este y que contiene a la República Checa, Polonia, Eslovaquia, los estados de la ex Yugoslavia, entre otros) y América del Sur no responde a un mero capricho literario. Ambas regiones, como si de espejos enfrentados que reflejaran la izquierda por la derecha y la derecha por la izquierda se tratara, vivieron los últimos años del Siglo XX como estados satélites que respondían a las potencias y a la ideología que por ese entonces se disputaban el mundo: por un lado la Latinoamérica servil a los intereses Estadounidenses, con un modelo liberal cada vez más profundo y bajo la suelas de las botas de las dictaduras militares de turno; por el otro, estados democráticos, caídos bajo el paternalismo de quienes años antes habían sido los bendecidos liberadores de esas tierras del dominio nazi, estados cuya acción y libertad se vio aplastada por el martillo comunista, ni bien una política nacional distanciada al socialismo de la tiranía burocrática y de los intereses estalinistas, asomaba en la región. Pero antes de eso, ambas regiones habían sido márgenes de la cultura de occidente.
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“De pronto, vi mi Europa central inesperadamente cercana a América Latina: dos límites de Occidente situados en extremidades opuestas; dos territorios descuidados, despreciados, abandonados, dos territorios parias; y las dos partes del mundo más profundamente marcadas por la experiencia traumatizante del barroco. Digo traumatizante porque el barroco viajó a América Latina como arte del conquistador, y a mi país natal llegó de la mano de una contrarreforma particularmente sangrienta, lo cual incitó a Max Brod a llamar a Praga la “ciudad del mal”; vi dos partes del mundo iniciadas en la misteriosa alianza del mal y de la belleza.
Vi un puente plateado, sutil, trémulo, centelleante, alzarse como un arco iris por encima del siglo entre mi pequeña Europa central y la inmensa América Latina; un puente que unía a las estatuas extáticas de Matyas Braun en Praga a las delirantes iglesias de México.
Y pensé también en otra afinidad entre estas dos tierras; ambas ocupan un lugar clave en la evolución de la novela del siglo XX: primero, los novelistas centroeuropeos de los años veinte y treinta; luego, veinte, treinta años después, los novelistas latinoamericanos, mis contemporáneos.”

Todo eso cuenta Milan Kundera en su libro “El Telón”, de Editorial TusQuets. La edición española de su novela “La vida está en otra parte” lleva un hermoso prólogo de Carlos Fuentes, en el que Kundera es bautizado como "el otro K". En 1968 este último, junto a Gabriel Garcia Márquez y Julio Cortazar visitaron de la mano de Kundera Praga y crearon, especialmente el primero y más tarde también Octavio Paz, una relación que evidencia más de una afinidad histórica y cultural entre ambas regiones. Tal vez no sea casualidad que dos de los escritores más trascendentales del siglo XX (sino los más), Franz Kafka y Jorge Luis Borges, hayan nacido en esas tierras.

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