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Y llamando Pilatos a Nahum, hombre de ciencia y conocedor de la historia, le dijo:
—Nahum, me Y llamando Pilatos a Nahum, hombre de ciencia y conocedor de la historia, le dijo:
—Nahum, me sabe muy mal que a vuestra nación se le haya metido en la cabeza crucificar a ese hombre. ¡Que os parta un rayo! ¡Es una injusticia...!
—Si no hubiera injusticias, no habría historia —respondió Nahum.
—No quiero tener nada que ver en este asunto —dijo Pilatos—. Diles que reflexionen un poco más.
—Ya es tarde —contestó Nahum—. Yo, desde luego, sigo el curso de los acontecimientos solamente por los libros, y por eso no he ido al lugar de la ejecución. Pero hace un momento ha llegado la mujer que me hace las faenas, y me ha contado que lo han crucificado y que pende entre dos hombres: el de la derecha y el de la izquierda.
Y Pilatos se entristeció, se cubrió el rostro con las manos y guardó silencio. Al cabo de un momento, dijo:
—No hablemos más de ello. Pero, por favor, dime: ¿qué habían hecho el hombre de la derecha y el de la izquierda? —No te lo sabría decir —exclamó Nahum—. Unos dicen que son ladrones y otros que son una especie de profetas. Según puedo juzgar por la historia, seguramente se dedicaban a hacer política. Pero no me cabe en la cabeza que la nación los haya crucificado a los dos a la vez.
—No te comprendo —dijo Pilatos.
—Pues bien —contó Nahum—. A veces la gente crucifica al de la derecha, y otras al de la izquierda. Siempre ha sido así en la historia. Cada tiempo tiene sus mártires. Hay épocas en que es encarcelado o crucificado el que lucha por su nación, y otras veces le toca a aquél que dice que hay que luchar por los pobres y los esclavos. Los dos se turnan y cada uno tiene su época.
—¡Ah! —dijo Pilatos—. Así que vosotros crucificáis a todo el que intenta hacer algo bueno...
—Más o menos —dijo Nahum—. Pero esto tiene sus inconvenientes. A veces se diría que la gente tiene más odio contra las personas que contra lo que predican. A la gente se la crucifica siempre por algo grande y hermoso. Al que le toca ir a la cruz, ofrece su vida por una idea grande. Pero el que lo cuelga en ella y le clava los clavos es malo, salvaje y demasiado desagradable a la vista. La nación, Pilatos, es algo grande y hermoso.
—Por lo menos la nuestra, la nación romana —contestó Pilatos.
—Y la nuestra también —dijo Nahum—. Pero la justicia para los pobres también es una cosa bella. Sólo que esa gente podría ahogarse de rabia y envidia por las cosas grandes y hermosas. Y los demás van una vez con éstos y otra con los otros, y siempre ayudan a crucificar al que le toca el turno. O solamente miran y se dicen: «Le está bien empleado, debería haber ido con los nuestros.»
—Entonces —dijo Pilatos— ¿por qué crucifican al que está en el medio?
—El caso es éste —le contestó Nahum—. Si gana el de la izquierda, crucifica al de la derecha, pero antes aún al del medio. Si gana el de la derecha, crucifica al de la izquierda, pero antes también, al del centro. Desde luego, puede suceder que haya cierta confusión y lucha. Entonces el de la izquierda y el de la derecha crucifican al del medio porque no se decidió a ir ni con uno ni con otro. Si subes a la terraza de tu casa verás el Monte Gólgota. Odio a la derecha, odio a la izquierda, y, entre ellos, a Aquél que lo quiso arreglar todo con amor y sentido común, como de El se dice. Y además, verás una multitud que está contemplándolo todo, mientras come la merienda que ha llevado consigo. Parece que oscurece. Ahora van todos a galope a casa por miedo a mojarse los vestidos.
Y cuando sonó la hora sexta, el mundo oscureció hasta la hora novena. A esa hora clamó el del medio con voz potente: «¡Padre mío, Padre mío!, ¿por qué me has abandonado?»
Y el velo del Templo se partió en dos, de arriba a abajo, la tierra tembló y las rocas se resquebrajaron.
sabe muy mal que a vuestra nación se le haya metido en la cabeza crucificar a ese hombre. ¡Que os parta un rayo! ¡Es una injusticia...!
—Si no hubiera injusticias, no habría historia —respondió Nahum.
—No quiero tener nada que ver en este asunto —dijo Pilatos—. Diles que reflexionen un poco más.
—Ya es tarde —contestó Nahum—. Yo, desde luego, sigo el curso de los acontecimientos solamente por los libros, y por eso no he ido al lugar de la ejecución. Pero hace un momento ha llegado la mujer que me hace las faenas, y me ha contado que lo han crucificado y que pende entre dos hombres: el de la derecha y el de la izquierda.
Y Pilatos se entristeció, se cubrió el rostro con las manos y guardó silencio. Al cabo de un momento, dijo:
—No hablemos más de ello. Pero, por favor, dime: ¿qué habían hecho el hombre de la derecha y el de la izquierda? —No te lo sabría decir —exclamó Nahum—. Unos dicen que son ladrones y otros que son una especie de profetas. Según puedo juzgar por la historia, seguramente se dedicaban a hacer política. Pero no me cabe en la cabeza que la nación los haya crucificado a los dos a la vez.
—No te comprendo —dijo Pilatos.
—Pues bien —contó Nahum—. A veces la gente crucifica al de la derecha, y otras al de la izquierda. Siempre ha sido así en la historia. Cada tiempo tiene sus mártires. Hay épocas en que es encarcelado o crucificado el que lucha por su nación, y otras veces le toca a aquél que dice que hay que luchar por los pobres y los esclavos. Los dos se turnan y cada uno tiene su época.
—¡Ah! —dijo Pilatos—. Así que vosotros crucificáis a todo el que intenta hacer algo bueno...
—Más o menos —dijo Nahum—. Pero esto tiene sus inconvenientes. A veces se diría que la gente tiene más odio contra las personas que contra lo que predican. A la gente se la crucifica siempre por algo grande y hermoso. Al que le toca ir a la cruz, ofrece su vida por una idea grande. Pero el que lo cuelga en ella y le clava los clavos es malo, salvaje y demasiado desagradable a la vista. La nación, Pilatos, es algo grande y hermoso.
—Por lo menos la nuestra, la nación romana —contestó Pilatos.
—Y la nuestra también —dijo Nahum—. Pero la justicia para los pobres también es una cosa bella. Sólo que esa gente podría ahogarse de rabia y envidia por las cosas grandes y hermosas. Y los demás van una vez con éstos y otra con los otros, y siempre ayudan a crucificar al que le toca el turno. O solamente miran y se dicen: «Le está bien empleado, debería haber ido con los nuestros.»
—Entonces —dijo Pilatos— ¿por qué crucifican al que está en el medio?
—El caso es éste —le contestó Nahum—. Si gana el de la izquierda, crucifica al de la derecha, pero antes aún al del medio. Si gana el de la derecha, crucifica al de la izquierda, pero antes también, al del centro. Desde luego, puede suceder que haya cierta confusión y lucha. Entonces el de la izquierda y el de la derecha crucifican al del medio porque no se decidió a ir ni con uno ni con otro. Si subes a la terraza de tu casa verás el Monte Gólgota. Odio a la derecha, odio a la izquierda, y, entre ellos, a Aquél que lo quiso arreglar todo con amor y sentido común, como de El se dice. Y además, verás una multitud que está contemplándolo todo, mientras come la merienda que ha llevado consigo. Parece que oscurece. Ahora van todos a galope a casa por miedo a mojarse los vestidos.
Y cuando sonó la hora sexta, el mundo oscureció hasta la hora novena. A esa hora clamó el del medio con voz potente: «¡Padre mío, Padre mío!, ¿por qué me has abandonado?»
Y el velo del Templo se partió en dos, de arriba a abajo, la tierra tembló y las rocas se resquebrajaron.
1 comentario:
Tienes el texto duplicado y con alguna repetición extra... Si lo revisas un poco te quedará mejor..., y facilitarás la lectura, también.
Igual lo publico en mi blog "corregido" y enlazado...
De momento sólo eso.
Saludos.
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