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Tres cartas del autor praguense dirigidas a Max Brod publicamos. En las primeras aparecen dos costados no demasiado difundidos del autor. El humor (aspecto sobre el cual no deja de llamar la atención Milan Kundera a la hora de referirse a su obra) y la crítica literaria.
La última permite introducirnos, al menos por unos instantes, en el pensamiento del gran autor al repecto de su propia obra. En ella Kafka hace referencia a su primer novela conocida primeramente como América, y más tarde también como El fogonero y El desaparecido.
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Carta-tarjeta. 7 de junio 1906.
Durante algun tiempo, mi estimado, no podré ir a ninguna parte. El decano ha cometido la imprudencia de adelantar mi fecha de examen y, debido a que me dio verguenza ser más sensato que él, no hice ninguna objeción.
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Un historiador de la literatura me dijo ayer de forma muy enfática: Max Brod es un verdadero poeta
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Te saludo afectuasemente
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.................................................................Franz.
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Carta, probablemente 11 de abril de 1909. (Extracto).
Ayer hablamos de una historia de Hamsum, yo conté cómo el hombre se sienta en un coche de caballos delante del hotel, eso no era realmente así. El hombre está sentado junto a una mesa en algún sitio en un restaurante y, sobre todo, está con una muchacha a la que ama. Pero en otra mesa de este restaurante hay un individuo joven al que, a su vez, ama la muchacha. Por medio de algún artificio, el hombre trae al individuo joven a su mesa. El individuo joven se sienta junto a la muchacha, el hombre se pone de pie, en todo caso después de un breve instante, probablemente se afirme en el respaldo del sillón, y dice acercandose lo más posible a la verdad: "Señores -lo lamento mucho-, usted, señorita Elisabeth, hoy una vez más me ha embelesado completamente, pero ya comprendo que no podré hacerla mía -y eso me resulta un misterio-". Esta última frase, es un pasaje en que la historia se destruye a sí misma en presencia del lector o al menos se oscurece, no, se empequeñece, se distancia, de modo que el lector, para no perderla, ha de penetrar en un territorio evidentemente vallado. -Si no te va bien, escríbeme.
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.................................................................Tu Franz.
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Carta, 22 de julio de 1912. (Extracto).
También aquí escribo, muy poco desde luego, me lamento de mí mismo y también me alegro; éste es el modo en que las mujeres piadosos rezan a Dios, pero en las historias bíblicas se accede a Dios de otra forma. Tú, Max, tienes entender que deberá pasar mucho tiempo antes de que pueda mostrar lo que ahora te escribo a tí, y aunque sólo sea por mí. Está elaborado sobre la base de pequeñas piezas más bien alineadas que entrelazadas; durante mucho tiempo seguirá por un camino recto, antes de llegar a formar el círculo deseado, y en aquel instante, en función del cual trabajo, las cosas no resultarán en absoluto más faciles, mucho más probable es que, habiendo sido inseguro, pierda la cabeza. Por esto, será algo de lo que se pueda hablar solamente cuando concluya la primera versión.
(...)
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............................................... ..................Franz.
.ra
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La última permite introducirnos, al menos por unos instantes, en el pensamiento del gran autor al repecto de su propia obra. En ella Kafka hace referencia a su primer novela conocida primeramente como América, y más tarde también como El fogonero y El desaparecido.
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Carta-tarjeta. 7 de junio 1906.
Durante algun tiempo, mi estimado, no podré ir a ninguna parte. El decano ha cometido la imprudencia de adelantar mi fecha de examen y, debido a que me dio verguenza ser más sensato que él, no hice ninguna objeción.
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Un historiador de la literatura me dijo ayer de forma muy enfática: Max Brod es un verdadero poeta
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Te saludo afectuasemente
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.................................................................Franz.
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Carta, probablemente 11 de abril de 1909. (Extracto).
Ayer hablamos de una historia de Hamsum, yo conté cómo el hombre se sienta en un coche de caballos delante del hotel, eso no era realmente así. El hombre está sentado junto a una mesa en algún sitio en un restaurante y, sobre todo, está con una muchacha a la que ama. Pero en otra mesa de este restaurante hay un individuo joven al que, a su vez, ama la muchacha. Por medio de algún artificio, el hombre trae al individuo joven a su mesa. El individuo joven se sienta junto a la muchacha, el hombre se pone de pie, en todo caso después de un breve instante, probablemente se afirme en el respaldo del sillón, y dice acercandose lo más posible a la verdad: "Señores -lo lamento mucho-, usted, señorita Elisabeth, hoy una vez más me ha embelesado completamente, pero ya comprendo que no podré hacerla mía -y eso me resulta un misterio-". Esta última frase, es un pasaje en que la historia se destruye a sí misma en presencia del lector o al menos se oscurece, no, se empequeñece, se distancia, de modo que el lector, para no perderla, ha de penetrar en un territorio evidentemente vallado. -Si no te va bien, escríbeme.
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.................................................................Tu Franz.
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Carta, 22 de julio de 1912. (Extracto).
También aquí escribo, muy poco desde luego, me lamento de mí mismo y también me alegro; éste es el modo en que las mujeres piadosos rezan a Dios, pero en las historias bíblicas se accede a Dios de otra forma. Tú, Max, tienes entender que deberá pasar mucho tiempo antes de que pueda mostrar lo que ahora te escribo a tí, y aunque sólo sea por mí. Está elaborado sobre la base de pequeñas piezas más bien alineadas que entrelazadas; durante mucho tiempo seguirá por un camino recto, antes de llegar a formar el círculo deseado, y en aquel instante, en función del cual trabajo, las cosas no resultarán en absoluto más faciles, mucho más probable es que, habiendo sido inseguro, pierda la cabeza. Por esto, será algo de lo que se pueda hablar solamente cuando concluya la primera versión.
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1 comentario:
La carta-tarjeta y los extractos de las cartas aquí publicadas han sido extraidos de "Cartas a Max Brod (1904-1924)" de Editorial Grijalbo Mondadori, con traducción de Pablo Diener Ojeda.
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