sábado, junio 10, 2006

La otra cara de Franz

Franz Kafka


"No desesperes, ni siquiera por el hecho
de que no desesperas. Cuando todo
parece terminado, surgen nuevas fuer-
zas; esto significa que vives" F.Kafka
...
La imagen que se tiene de Franz Kafka es la del hombre triste, introvertido, enfrentado a fuerzas superiores ante las cuales no sabe como ni puede contrarrestar. Esa imagen es emitida por sus obras, especialmente “El Castillo”, “El Proceso” y, por supuesto sus “Diarios”. Sin embargo, un escritor no es únicamente lo que escribe, el autor es, además de autor, persona y esa persona no es nunca un mero reflejo de su obra. Dice Max Brod, amigo íntimo y difusor de la obra de Kafka: “Con renovada experiencia he advertido que los cultores de Kafka, que sólo lo conocen a través de sus libros, tienen una imagen totalmente falsa de él. Creen que también su trato debió haber resultado triste, desesperado. Todo lo contrario. Le hacía bien a uno estar con él. La plenitud de sus pensamientos que exponía casi siempre en tono festivo, lo convertía al menos –y me refiero únicamente al grado más bajo- en una de las personas más interesantes que he conocido, a pesar de su modestia y su calma. Hablaba poco; en reuniones grandes callaba a menudo durante horas enteras. Pero cuando decía algo, se le prestaba inmediatamente atención. Pues era trascendental, daba en el clavo. Y en la conversación intima se le soltaba la lengua, llegando a entusiasmarse, a ser encantador; las bromas y las risas no tenían fin; reía a gusto y cordialmente, y sabía hacer reír a sus amigos. Es más: en situaciones difíciles podía uno confiarse sin reparos al alivio de su experiencia en el mundo, de su tacto, de su consejo, muy pocas veces erraba. Era un amigo maravillosamente útil. (…) Uno de los motivos que me impulsan a escribir estos recuerdos es el siguiente: de la lectura de sus libros y, sobre todo, de sus Diarios, se puede tener a llegar de él una imagen totalmente distinta, mucho más lúgubre que la que deparaba su trato cotidiano.”
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Jorge Luis Borges escribe en sus Nueve ensayos dantescos “El falso problema de Ugolino”. Allí narra la situación de Ugolino que encarcelado junto a sus hijos, “movido por el dolor, se muerde las manos; los hijos creen que lo hace por hambre y le ofrecen su carne, que él engendró. Entre el quinto y el sexto día los ve, uno a uno, morir. Después se queda ciego y habla con sus muertos y llora y los palpa en la sombra; después el hambre pudo más que el dolor.” En la comedia: `Poscia, piú che il dolor, poté il digiuno`.
Seguidamente Borges contrapone las dos lecturas posibles: la de los primeros estudiosos: “…que el hambre rindió a quien tanto dolor no pudo vencer y matar.” Y las conjeturas modernas que sostienen la signifación de los versos en forma literal adjudicando a Ugolino un acto de caníbalismo. La conjetura se sostiene en los versos en que los hijos ofrecen a Ugolino su carne y en el hecho de que este es encontrado por Dante royendo el cráneo de un arzobispo. Borges pregunta: “¿Quiso Dante que pensáramos que Ugolino (el Ugolino de su infierno, no el de la historia) comió la carne de sus hijos? Yo arriesgaría la respuesta: Dante no ha querido que lo pensemos, pero sí que lo sospechemos. La incertidumbre es parte de su designio. Ugolino roe el cráneo del arzobispo; Ugolino sueña con perros de colmillos agudos que rasgan los flancos del lobo. Ugolino oye que los hijos le ofrecen inverosímilmente su carne; Ugolino, pronunciando el ambiguo verso, torna a roer el cráneo del arzobispo. Tales actos sugieren o simbolizan el hecho atroz. Cumplen una doble función: los creemos parte del relato y son profecías.Y cierra: “En la tiniebla de su Torre del Hambre, Ugolino devora y no devora los amados cadáveres, y esa ondulante imprecisión, esa incertidumbre, es la extraña materia de que está hecho. Así, con dos posibles agonías, lo soñó Dante y así lo soñaran las generaciones.”
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El escritor alemán Michael Ende se pregunta: “¿Si Kafka quiso decir en sus obras todo lo que sus intérpretes dicen que quiso decir? ¿Por qué no lo dijo él mismo?”
No podemos guiarnos al leer a Kafka, a Borges o a Ende, o a cualquier otro autor, por las interpretaciones que resulten de sus obras. Cada palabra, cada coma, cada repetición que se encuentra en un texto es decidida deliberadamente por el autor, de ahí, y no de interpretaciones, se descubre lo que el autor quiere decir. Dante no quiso dar al lector la certeza de si Ugolino devoró o no devoró la carne de su descendencia, quiso que descubramos esa posibilidad y que, como lectores, elijamos. Dante nos permita significar el verso otorgándonos así un rol activo en la construcción de la trama. Kafka no quiere que pensemos que el castillo que domina Praga y la suerte de su personaje es la representación de dios o de su padre, quiere que imaginemos que de una entidad con las características de su castillo puede depender la suerte de un hombre y que cada uno de nosotros lo resignifiquemos… o no.
Cito a Milan Kundera: "El hombre desea un mundo en el cual sea posible distinguir con claridad el bien del mal porque en él existe el deseo, innato e indomable, de juzgar antes que de comprender. (...) O bien K., inocente, es aplastado por un tribunal injusto, o bien tras el tribunal se oculta la justicia divina y K. es culpable.
En este ´o bien - o bien´ reside la incapacidad de soportar la relatividad esencial de las cosas humanas, la incapacidad de hacer frente a la ausencia de Juez supremo. Debido a esta incapacidad, la sabiduría de la novela (la sabiduría de la incertidumbre) es difícil de aceptar y comprender."
Y leo páginas más adelante: "Esforzándose por descifrarlo fue como los Kafkólogos mataron a Kafka."
La contundencia de la sentencia es definitiva.

1 comentario:

Karel Poborsky dijo...

Las palabras atribuidas a Max Brod han sido extraidas del libro "Kafka", de Max Brod, Editorial Emecé.

Las palabras atribuidas a Jorge Luis Borges han sido extraidas del libro "Nueve ensayos dantescos", de Jorge Luis Borges, Editorial Emecé.

Las palabras atribuidas a Michael Ende han sido extraidas del libro "Capeta de apuntes", de Michael Ende, Editorial Alfaguara.

Las palabras atribuidas a Milan Kundera han sido extraidas del libro "El arte de la novela", de Milan Kundera, Editorial Tusqutes.