viernes, diciembre 26, 2014

Mateo - R.U.R.: V (a)

Tecnología y producción en masa en el teatro de principios del Siglo XX
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V- Los personajes

               Tanto en Mateo como en R.U.R. cada personaje representará un modelo social. En la obra de Capek, además, los propios personajes se encuentran marcados por sus nombres, que (tal como habíamos anticipado) están íntimamente vinculados a su carácter y funciones. Helena Voldan en su “Noticia bibliográfica” sobre Capek señalará: “Los nombres de los personajes responden, muchos de ellos, a aproximadas etimologías simbólicas que los caracterizan, fácilmente deducibles.”[1] Teresa López Pelliza que “Capek utiliza personajes alegóricos con significativos nombres: Elena (con su previsible función troyana), Domin (el jefe de la fábrica, dominus), Alquist (el alquimista) o el Dr. Gall (de Galeno)”.[2]

a) Domin-Miguel

               Los personajes principales de ambas obras serán roles masculinos sobre los cuales recaerá, además de la acción principal, el peso de la decisión sobre el conflicto generado. Menos omnipresente que Miguel en Mateo, Domin[3] funcionará como una especie de pater familias desde su puesto de Director General de la Fábrica Rossum. En los momentos cruciales en los que se decida la suerte de la obra, todas las miradas apuntarán a él.
               En el carácter de ambos personajes, además, existirán dos miradas opuestas sobre la expansión de la tecnología. Domin y Miguel se encuentran parados en uno y otro lado de la brecha tecnológica. Mientras el primero dirige la fábrica desde la cual se exportan los robots al mundo entero; el segundo será desplazado por la máquina que viene a reemplazar al caballo. Y sin embargo, en el análisis de situación que hace cada uno de ellos observamos en ambos el mismo problema. Ninguno de los dos consigue ver más allá de su inmediata realidad y de los sueños y temores (según sea el caso) que a cada uno le incumbe. Por esta razón Domin afirmará:

…dentro de diez años Robots Universales Rossum producirán tanto trigo, tanto tejido, tanto de todo, que las cosas prácticamente carecerán de valor. Cada cual podrá coger lo que quiera. No habrá pobreza. Sí habrá desempleo, pero no habrá empleo. Todo lo harán las máquinas vivientes. Los robots nos vestirán y nos alimentarán. Los robots fabricarán ladrillo y construirán edificios para nosotros. Los robots llevarán nuestras cuentas y barrerán nuestras escaleras. No habrá empleo, pero todo el mundo estará libre de preocupación, y librado de la degradación del trabajo manual. Todos vivirán sólo para perfeccionarse.
(…)
 Sin duda. Tiene que pasar. Quizá ocurran cosas terribles antes. Eso no se puede evitar. Pero luego la explotación del hombre por el hombre, y del hombre a la materia cesarán. Los robots lavarán los pies del mendigo le harán la cama en su propia casa. Nadie pagará el pan con su vida y con el ocio. No habrá artesanos ni oficinistas, ni mineros, ni reparadores de las máquinas de otros hombres.[4]
              
               Mientras que la mirada de Miguel, naturalmente, será bien diferente:

…¡L´automóvil! ¡Lindo descubrimiento! Puede estar orgulloso el que l´ha hecho. Habría que levantarle una estatua… ¡arriba de una pila de muertos, peró! ¡Vehículo diabólico, máquina repuñante a la que estoy condenado a ver ir e venir llena siempre de pasajero con cara de loco, mientra que la corneta, la bocina, lo pito e lo chancho me pifian e me déjano sordo.
(…)
Sí. El progreso de esta época de atropelladores. Sí, ya sé. Uno protesta, pero es inútil: son cada día más, náceno de todo lo rincone, so como la cucaracha. Ya sé; ¡qué se le va a hacer! ¡Adelante, que sigano saliendo, que se llene Bonos Aires, que hágono puente e soterráneo para que téngano sitio… yo espero; yo espero que llegue aquel que me tiene que aplastar a mí, al coche e a Mateo! ¡E ojalá que sea esa misma noche![5]

Paradójicamente, ninguno de estos presagios (enunciados por los personajes vectores de las obras) se cumplirá al final de ellas, sino todo lo contrario. En R.U.R., lejos del paraíso tecnológico imaginado por Domin, el mundo se convertirá en propiedad de los robots, que pasarán de esclavos a amos, y la humanidad prácticamente desaparecerá de la faz de la tierra. En Mateo, el automóvil (la tecnología) no sólo no será el que dé un fin trágico a Miguel (de esto se encargará el delito -al cual llegará, en parte, empujado por la crisis económica, es cierto, y por la insistencia de Severino; pero, por sobre toda las cosas, por la obstinación del personaje) sino que, además, será el medio por el cual se salve al final de la obra su familia, a través de Carlos que sorprende a todos, al llevar a la familia su primer paga como chofer.
Ambos personajes quedan atrapados en las erradas anticipaciones del futuro que hacen; y a esos falsos presagios queda atada su suerte, que no es otra que el fin trágico: la muerte en manos de los robots, en uno; la detención, por parte de la policía, en otro. Pero estas distorsionadas lecturas que Domin y Miguel de los hechos venideros hacen (en sus miradas paradisíaca y apocalíptica, respectivamente) no son fruto del azar, sino que, por el contrario, responden a la lógica de la obra y a su propia caracterización como personajes. La imposibilidad de vislumbrar (aunque más no sea aproximadamente) el acontecer futuro evidencia, por sobre todas las cosas, la imposibilidad de entender lo que se está gestando, es decir, la imposibilidad de comprender el presente.
Y esa imposibilidad de comprender aquello que sucede en el tiempo en que se vive, esa distancia entre lo que verdaderamente es y lo que ellos perciben, esa barrera que impide a ambos personajes contactar y vincularse sin transfiguración de por medio no es otra que la barrera que impone el aislamiento.
Si ni Miguel ni Domin están en condiciones de entenderse con los hechos y el presente que los rodea es debido a que entre ellos y la realidad existe una distancia enorme.




[1] Voldan, Helena: Op. Cit. Pág. 13.
[2] López Pelliza, Teresa: Op. Cit. Pág. 144.
[3] Para comodidad del lector, los nombres de los personajes de R.U.R., con los que trabajaremos son los que figuran en la edición de la obra citada. La mayoría se mantienen iguales a  los originales en checo, los que no, presentan cambios ínfimos e irrelevantes. A saber: “Helman” será “Hallemeier”; “Jacob Busman”, “Konsul Busman”; “Elena Glory”; “Helena Gloryova”.
[4] Capek, Karel: Op. Cit. Pág. 41-42
[5] Discépolo, Armando: Op. Cit. Pág. 37. 

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